Antiguas leyendas de los pobladores de Puno cuentan que en el imperio incaico vivió un sacerdote llamado Aramu Muru. Este misterioso personaje tenía fama de tener conocimientos ancestrales considerados secretos y de ser poseedor de una reliquia sagrada conocida como el «Disco Dorado». El disco otorgaba a su custodio la capacidad de curar cualquier enfermedad y la magia de vivir por mucho tiempo. El aparato poseía símbolos extraños, y aunque no hay indicios sobre escritura en el antiguo Perú más que los intrincados «Quipus», algunos creen que el disco tenía un lenguaje escrito en bajo relieve. Las palabras invocaban oraciones con poderes sobrenaturales sobre la tierra y el cielo. La procedencia de Aramu Muru tiene la misma naturaleza fantástica como toda su leyenda. Se cree que fue un sacerdote del mítico continente «Mu», y se mantenía joven gracias al poder de su disco. Otros, que fue descendiente de un linaje de chamanes con conocimientos secretos sobre los dioses que llegaban de otros mundos.
Cuando llegaron los españoles y fueron conquistando el imperio incaico, Aramu Muru cogió su Disco Dorado y con el temor de que el artefacto caiga en manos de los invasores, partió con una comitiva desde el Cusco en dirección al lago Titicaca. Llegaron a un paraje conocido como Hayu Marca, que significa: la ciudad de los espíritus. En dicho lugar ubicaron el sitio del peregrinaje. En una gigantes-ca roca hallaron un portal tallado en dimensiones de siete metros cuadrados y una puerta de tamaño ordinaria en medio del monumento. La comitiva esperaba hallar la entrada a una caverna, porque la leyenda predecía que algún día los dioses regresarán por ese portal con sus naves solares. Nadie podía entender quien en su sano juicio iba a tallar una puerta tan grande en una roca que no conducía a ningún sitio. Usando sus conocimientos ancestrales, Aramu Muru realizó un ritual que permitió su paso por la puerta pequeña, escapando así de los invasores y llevándose el secreto del disco Dorado consigo para siempre.
Como el lugar se convirtió en un sitio sagrado y de adoración para los lugareños, los españoles que tomaron el control del imperio, hicieron correr la leyenda de que la tierra de Hayu Marca estaba embrujada y la gran piedra era la puerta del infierno. Por lo contrario a las creencias populares, para los de tradición chamánica siempre siguió siendo un lugar de oración y de energía mística. Esta leyenda nos llega hasta nuestros días y Hayu Marca tiene un turismo muy concurrido. Sus visitantes afirman sentir una sensación especial cuando tocan la puerta pequeña y algunos dicen per-cibir sonidos que le llegan desde lo profundo del granito. Un mito moderno nos relata que a mediados del s.XX un grupo de músicos que realizaban un pequeño concierto frente al portal desaparecieron inexplicablemente.

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